Con los resultados de años pasados respecto al estrés laboral a nivel internacional, es normal creer que no es posible sostener por un tiempo prolongado un adecuado sentido de urgencia (generar más y mejor en el menor tiempo posible: alta velocidad y calidad) sin tener consecuencias físicas y mentales negativas. Sin embargo, el estrés sano y bien canalizado nos ayuda a enfocarnos y ser más productivos, incluso para muchos este llega a ser su mejor perfil profesional, y la recompensa final es un sentimiento de eficacia altamente motivante.
Para poder lograrlo resulta importante marcar la diferencia entre el falso y el verdadero sentido de urgencia. Si bien es cierto que el sentido de urgencia requiere de iniciativa, rapidez y mantenerse en estado de alerta, este no debe de producir niveles peligrosos de estrés, solo lo necesario para accionar ante las demandas del ambiente, buscando diversas alternativas para concluir las tareas no importantes pero necesarias y enfocándose específicamente en lo urgente e importante.